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Este blog esta dirigido a los estudiantes del ITIC del segundo ciclo de la Universidad Estatal de Bolívar

martes, 16 de abril de 2013

LA EDUCACIÓN COMO PROCESO FORMAL Y RELACIONAL

Los niños con déficit atencional presentan características cognitivas y lingüísticas muy específicas que acompañan este complejo cuadro neuropsiquiátrico. Si bien el cuadro se manifiesta en el comportamiento y conducta del sujeto, generando desventajas o desadaptación en el ámbito personal, familiar o escolar (Aboitiz y Schrong, 2005), en su cognición se observa unos niveles evolutivamente inapropiados de problemas atencionales, sobreactividad e impulsividad que no pueden explicarse por ningún déficit neurológico importante ni por otros de tipo cognitivo, sensorial, motor o del habla (Barkley, 2003). En su lenguaje, se observan alteraciones en los niveles de análisis del lenguaje (fonológico, semántico, sintáctico) a nivel discursivo y pragmático (Miranda-Casa, Igual-Fernández y Rosel-Remírez, 2004; Baixauli-Fortea, Roselló y Miranda-Casas, 2004). Se destaca en estos escolares una capacidad de inferencia significados figurados de la lengua oral más descendido que su grupo de pares que no presenten esta característica (García y Manghi, 2006). Este aspecto crítico del desarrollo del lenguaje tardío incide no sólo en las habilidades comunicacionales e intercambios comunicativos sino que además en la comprensión lectora, producción escrita y en el aprendizaje de contenidos curriculares. Por esto, estimular su desarrollo en estos escolares permitiría desarrollar habilidades compensatorias para prevenir o aminorar en parte dificultades comunicacionales y de aprendizaje escolar.
Ahora bien, la oralidad tardía es el desarrollo lingüístico que ocurre durante la edad escolar. Si bien los niños, cuando ingresan a la escuela, ya han adquirido los niveles estructurales de la lengua a nivel fonético, semántico y sintáctico y utilizan el lenguaje en variadas funciones, en la escuela el lenguaje se complejiza cuantitativa y cualitativamente (Nippold, 1998), puesto que incrementan el nivel léxico y el lenguaje en general se hace más abstracto, así los sujetos se vuelven más capaces para comprender y producir oraciones complejas, pueden realizar inferencias a partir de enunciados figurados y son capaces de adecuar el lenguaje a los contextos comunicativos específicos (Ravid y Tolchinsky, 2002). Este desarrollo de la oralidad tardía se sustenta en habilidades cognitivas y lingüísticas que estarían en la base de dicho desarrollo. Laval (2002) y Crespo (2008) postulan la existencia de habilidades cognitivas y lingüísticas más básicas y centrales, de las cuales depende no sólo el desarrollo de lo oral sino que también el de la lectura y la escritura. Algunas de las habilidades lingüísticas son el razonamiento analógico verbal, la conciencia meta pragmática y la teoría de la mente. Por ello, al estimular el desarrollo de una de estas habilidades es probable que tenga un impacto en el nivel de desarrollo de la oralidad.
Es necesario destacar que en los escolares de entre 8 a 9 años de edad, en este desarrollo de la oralidad tardía se produce una especie de salto cuantitativo y cualitativo considerable, especialmente en la capacidad de realizar inferencias; probablemente esto ocurra porque estos escolares han consolidado la adquisición de la lectura inicial (Crespo, Benítez y Ramos, 2005). Sin embargo, García y Manghi (2006) han observado que en los niños del mismo nivel de enseñanza pero que presentan déficit atencional, no se manifiesta este salto en el desarrollo lingüístico (García y Manghi, 2006). Más aún, las investigaciones en el área señalan que estos escolares pueden o no presentar alteraciones en los diferentes niveles de análisis del lenguaje; pero que en todos ellos se observan alteraciones importantes a nivel de la estructuración del discurso (Vaquerizo-Madrid, Estévez-Díaz y Pozo-García, 2005), es decir, a nivel pragmático, cuando deben realizar adecuaciones a los contextos comunicativos específicos (Miranda-Casas, Igual-Fernández, Rosel-Remirez, 2004) y en la capacidad de realizar inferencias de los enunciados figurativos (García y Manghi, 2006; Crespo, García y Montenegro, 2009).

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